jueves, 3 de marzo de 2011

El Michatoya y la historia de nunca terminar...


Tengo memoria de haber visto el río Michatoya alguna vez cuando visitabamos Amatitlán con mi familia en la década de 1980, verde y contaminado al igual que el lago, pero aún con esperanzas de salir de tan triste condición. Veintipico años después fui convidado a visitar la cuenca baja del afluente en un recorrido por los vestigios de Patrimonio Industrial de la antigua hidroeléctrica de Palín, donde se observaba una más de las escenas del filme apocalíptico que responde al título de "Lo que Agatha se llevó".

En la compañia de Juancho (quien dirige la invetigación) y Rubén (quien asesora el proceso), efectuamos un recorrido por las instalaciones de las bodegas de la hidroeléctrica y bajamos por la escalinata paralela a las tuberías de presión que alimentaban la Casa de Máquinas a imediaciones del embalse (estructura de la que sólo quedó el recuerdo). La pestilencia de las aguas del Michatoya era insoportable, apenas aguantamos lo suficiente para observar los restos de los muros de contención para empresado del agua y de la tubería de hierro, único efecto en pie tras el paso de la tormenta.

En esta situación es trágico observar como la naturaleza tiende a destruir los avances de la industrialización, pero más deprimente es dar cuenta de los desastres que causa la gente, pues el caudal de citado afluente es caso perdido y, de seguro, sus aguas llenas de vertido fabriles, coprolitos y fosfatos, alimentan plantaciones y ganado río abajo, creando un cíclo de vida que, tristemente, encuentra su último eslabón en el consumo humano de alimentos contaminados.

...Así las cosas.

La panoramica del magma



Hace poco menos de un mes quedó saldado otro de los pendientes dejados a finales de 2009 en San Lucas Tolimán: la visita a La Playa. Aún cuando el sugestivo nombre concuerda con el hecho geográfico de la cuenca del lago de Atitlán, el sector en cuestión no corresponde a una planicie de tierra que se adentra en un manto acuífero sino a uno de los fenómenos que pueden narrar la historia geológica de Centroamérica. La Playa es una zona de ríos de lava petrificada de hace varios cientos de miles de años que, gracias al proceso de enfriamiento del magma y la erosión, permite observar las autopistas de la sangre incandescente del planeta que se han transformado en andesita.

Las imágenes que acompañan el texto muestran la principal de estas corrientes que descendieron del volcán Tolimán y que, tras el paso de la Tormenta Agatha, quedaron al descubierto en su totalidad, dándole una explicación lógica a los deslaves que dañaron toda la infraestructura de la Ruta Nacional 11 en mayo del año pasado, pues la precipitación pluvial de solo tres días provocó la saturación del joven suelo apostado sobre estos canales de roca ígnea y propició el arrastre del limo (además de gravileas, cafetos, piedras y basura) hacia las barrancas que conforman los afluentes del Madre Vieja. Otros de estos canales quedaron expuestos en la finca Santo Tomás Perdido.

Fuera de las cuestiones de la geología y la ecología, la llegada hasta La Playa me dejó una sensación de descubrimiento y completó en parte la panorámica del magma que antes había observado en el Pacaya (donde alguna vez caminamos con Edgar sobre ríos incandescentes) y en el Cerro Quemado.

También a modo de chascarrillo, este paisaje me recordó el interminable recapeo de la ciudad de Guatemala, pues la bendita pista volcánica tiene menos baches que las arterias de la metrópoli y no requiere de mantenimiento.