viernes, 21 de noviembre de 2014

Papeles viejos.

 Es un cuarto pequeño con una estantería de metal corrida a lo largo de toda la pared del fondo. El recinto fue seleccionado porque tiene buena circulación de aire y también porque está donde a nadie estorba y donde solo a don Huguito le importa… y ahora también a mí.

Los papeles más viejos datan del siglo XVII, hay intercambio de correspondencia del Supremo Gobierno, la Alcaldía y la Comandancia de Armas; hay inventarios y un sinfín de nombres de vecinos que han sido, o que fueron, el engranaje de la Ciudad Cabecera, del pueblo barreño. Historia entre papeles viejos.

Orientado por el Hugo Del Valle, albacea del pasado marquense y, por ende, del Archivo Histórico Municipal de San Marcos, busco documentos que me narren pasajes de la vida de un presidente y de la familia que dejó atrás cuando se enlistó en el Ejército Reformista. Cada folio, por mínimo dato, le apunta un éxito al proyecto de Lorena, mi amiga historiadora que, en el buen sentido, anda removiendo el avispero del ya no tan próximo pasado.

Aparece doña Celia, don Joaquín, los generales López y Soto, María y Manuel. Hago registro fotográfico de los datos útiles contenidos en cada legajo y, de ganancia, también encuentro a mamá Cacimira, viuda y criando aún a papá Ignacio y tío Mariano que llevan once ausencias a la escuela en un mes no definido de 1874; a papá Santos que le nombran síndico y que luego lo consignan para emprender el viaje a la Capital para integrarse a las fuerzas que sirven al General Barrios sin que pueda entonces ejercer su cargo; y ya para el siglo XX, a papá Gilberto me lo presentan haciéndose cargo de la Tesorería Municipal y, en el enredo, otra vez Manuel, los veteranos del 71, los revolucionarios del 97…
Al fin de cuentas, papeles viejos.