lunes, 3 de agosto de 2009

Al Poniente del Cuzcatán

La noche guanaca se teje comúnmente de risas, es que más cálido recibimiento que el salvadoreño es imposible encontrar al viajar por los rincones de esta América Media. Esa noche de sábado, tras la odisea que fue llegar a Santa Tecla debido al craso error de abordar un bus de "la chucha" en lugar de viajar transbordando como lo hacemos regularmente, fuimos Jorge y yo recibidos por Raúl y Marielba, compañeros de la andanza arqueológica en estos territorios ubicados al sur de México, quienes nos llevaron a recorrer las calles de la Nueva San Salvador: los parques tecleños, el edificio de la gobernación de aquella acogedora ciudad y, al final del recorrido, una Píljener en el barcito denominado con el título de la obra magna de Cortázar. Ahí, en "La Rayuela" comenzó un viaje de tres días por el occidente del antiguo reino del Cuzcatán, un trayecto para compartir anécdotas de investigaciones, recuerdos de los viajes épicos de Raúl y míos por tierras costarricenses, chambrosadas de la Mariayerba, explicaciones llenas de datos nuevos versadas por Jorge y un cúmulo de nuevas experiencias para rememorar en próximos encuentros, recuerdos de este nuevo camino tejido en la ruta de las Flores, en Cihuatán y, por supuesto, en la Puerta de Entrada a Guanacópolis: la elegante Santa Tecla.

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