miércoles, 10 de febrero de 2010

De riscos, iglesias y mercados (parte 2)

Nueve años atrás visité por vez primera San Francisco El Alto, un espacio histórico y colmado de magia ancestral que, entre sus gracias, cuenta con una de iglesia católica que puede catalogarse entre las muestras arquitectónicas de la Época Hispánica más impresionantes de las Tierras Altas.
Frente al templo, los días de plaza llega un gentío procedente de los municipios circundantes (tanto de Totonicapán como de Quetzaltenango) a vender granos básicos, productos de la hortaliza, tejidos de maquila local, ponchos de Momostenago, enseres de plástico, aluminio y barro, variedad total de chachales y mercadería pirateada, asfixiando el kiosko (que siglos antes era fuente) y conviritendo el sector en un bullicioso mercado que termina, cuadras abajo, en un mercado de animales donde se puede comprar (o trocar) desde un loro hasta una vaca. 
Del viaje efectuado a finales del 2009 salen estas imágenes de la plaza del atrio donde se intala el mercado y del campanario que corona el templo.

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