jueves, 22 de julio de 2010

Güija y Atescatempa (también al levante)


Recuerdo que desde que estaba en el colegio mis maestros me hacían localizar, en los mapas de lineas azules o verdes, los lagos y lagunas de este país, incluyendo los de Jutiapa, que para la mayoría de los capitalinos, pasan desapercibidos. En aquellos dorados tiempos no tube la oportunidad de conocer el oriente de mi país y, bueno, la curiosidad un poco y la inquietud surgida de cada trayecto hacia San Cristóbal Frontera, me hicieron aprovechar la oportunidad que planteo Roberto Echeverría, para visitar algún área poco explorada de Guate, marcando el rumbo más al este en el lago de Güija adonde paramos yendo en dos ocasiones.
Gracias a Marielba, hacía unos cinco años conocí dicha cuenca del lado salvadoreño, sector interesantísimo en especial por la presencia de los petrograbados de Igualatepeque, pero me quedaba pendiente conocer la porción que corresponde a mi paisito.

Y en estos recorridos llegamos a ver dos playas distintas en este cuerpo lacustre. Durante la primera gira visitamos la playa pública que está justo al final del asfalto (imagen inmediata superior) y acá conocimos a don Edwin, un pescador artesanal que nos dio la bienvenida a la zona y nos contó un poco acerca de las crecidas que últimamente a tenido el lago y de las modalidades de la pesca local.
A la segunda vuelta llegamos a un área privada conocida como San Juan la Isla (imagen inmediata superior), sector donde esperamos hasta que el sol diera sus primeros pasos en el cielo guatemalteco. El espectáculo, por demás esta decirlo, fue sublime. Fue como ver nacer la luz sobre un espejo de plata, solitario, apacible y lleno de expectativas por el inicio del segundo día de recorrido entre los cuerpos lacustres del oriente.

De nuevo en la ruta, en dirección hacia la frontera, visitamos la laguna de Atescatempa (primera y última imágenes de este post), que algunas veces en verano se convierte casi en una charca y resurje con las primeras lluvias, siendo lo más impresionante que, en conjunto con el caudal, retornan los peces, aún cuando no existen afluentes en esta micro cuenca.
En esta segunda locación el viaje fotográfico encontró un paisaje impresionante de lago que descansa a las faldas del volcán Las Víboras y donde vaqueros y pescadores cumplen con la faena diaria.

 

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