Al pasar del entronque de San Lorenzo, en dirección hacia Ixchiguán, una serie de aldeas van dejándose ver sobre la planicie superior del cerro Serchil. La más poblada de estas pequeñas villas es San Sebastián, la cual busca, desde hace algunos años, su acenso a categoría de municipio, lo cual esta visiblemente justificado, más allá de su extensión de área urbana, en la importancia comercial que esta puerta del Altiplano Marquense ostenta entre los poblados de la montaña, contando con el mercado más grande al norte de San Pedro Sacatepéquez, donde inclusive la población de la cabecera departamental, en algunas ocaciones, acude para abastecerse de los productos frutales procedentes de Tejutla, San Lorenzo y Tacaná. Allende la variedad de producto agrícola, los viernes de plaza resultan peculiares cuando el mercado de animales se instala en el predio contiguo a los puestos de manías y vegetales a la orilla del asfalto, lo cual entorpece el tránsito de automotores que circulan por allá.
Varias han sido las cosas que llamaron mi atención de aquel recorrido de mercado en nuestro camino de retorno luego de visitar Tacaná, quizá la nostalgia de mi madre por conseguir manzanas de semilla local haya sido el facotr principal que nos obligó a detenernos en aquel punto donde, además, compramos manías y, ya sobre la ruta, nos despedimos del paisaje que corona el Tajumulco.
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viernes, 12 de febrero de 2010
miércoles, 10 de febrero de 2010
De riscos, iglesias y mercados (parte 2)
Nueve años atrás visité por vez primera San Francisco El Alto, un espacio histórico y colmado de magia ancestral que, entre sus gracias, cuenta con una de iglesia católica que puede catalogarse entre las muestras arquitectónicas de la Época Hispánica más impresionantes de las Tierras Altas.
Frente al templo, los días de plaza llega un gentío procedente de los municipios circundantes (tanto de Totonicapán como de Quetzaltenango) a vender granos básicos, productos de la hortaliza, tejidos de maquila local, ponchos de Momostenago, enseres de plástico, aluminio y barro, variedad total de chachales y mercadería pirateada, asfixiando el kiosko (que siglos antes era fuente) y conviritendo el sector en un bullicioso mercado que termina, cuadras abajo, en un mercado de animales donde se puede comprar (o trocar) desde un loro hasta una vaca.
Del viaje efectuado a finales del 2009 salen estas imágenes de la plaza del atrio donde se intala el mercado y del campanario que corona el templo.
Frente al templo, los días de plaza llega un gentío procedente de los municipios circundantes (tanto de Totonicapán como de Quetzaltenango) a vender granos básicos, productos de la hortaliza, tejidos de maquila local, ponchos de Momostenago, enseres de plástico, aluminio y barro, variedad total de chachales y mercadería pirateada, asfixiando el kiosko (que siglos antes era fuente) y conviritendo el sector en un bullicioso mercado que termina, cuadras abajo, en un mercado de animales donde se puede comprar (o trocar) desde un loro hasta una vaca.
Del viaje efectuado a finales del 2009 salen estas imágenes de la plaza del atrio donde se intala el mercado y del campanario que corona el templo.
Cerrado el blog de Chukmuk
De igual manera, los informes que serían colocados en el espacio destinado a la Bilblioteca Chukmuk, serán colocados en el Guipil de Arqueología Terraltense (link en la columna lateral) a partir de su próxima actualización.
Este post tiene carácter informativo y será eliminado en un par de días.
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