lunes, 9 de abril de 2012

Trencito (de playa y frontera parte 3)

Confieso que los campos de feria me causan terror... me parecen lugares sombríos, meras réplicas del desarrollo industrial con muchos puntos ciegos donde cualquiera puede esperar para cometer alguna fechoría. Pero igual, este sábado terminé arrastrado por los patojos del campeonato de voley playa y paré sacando algunas imágenes como esta de arriba. La imagen es terriblemente nostálgica, de esa cuenta decidí agregarle desde la toma original un filtro cálido (ideal para atardeceres) con la pretención de alcanzar esos tonos ferrosos, como de recuerdo, que me llevan de vuelta a los campos del Hipódromo de Norte, al Esquilandia de la San Juan...

Debo confesarlo: Creo que llevaba como veinte años de andar aborreciendo el mar, pero este campo de feria y las caminatas en la arena de estos días han sido impresionantes...

Mar (de playa y frontera parte 2)

Este es el mar. Ese lugar salvaje y furioso, cálido hasta decir no más en estas latitudes y, para estos días, lleno por un mar de gente que se cuenta infinito cual granos de arena en estas playas de origen ígneo. 
Las costas de San Marcos, lugar de contrastes que terminaron por dejarme fascinado de un viaje que ni por broma hubiese planeado hacer en plena Semana Mayor. Así fue que, luego de recorrer tres horas de camino desde mi pequeña ciudad, encontré estos contrastes durante los espacios que me dejó el trabajo de fotografía realizado para cubrir el torneo de Voley que mi prima Gabriela organizó en conjunto con su amiga Lucrecia (la mamá de los poyitos.. jeje) y de la Licenciada Navarijo, alcaldeza plenipotenciaria de la mar del suroeste. 

Playas donde camina la soledad entre el mar de gente. Miles de personas procedentes de las Tierras Altas de San Marcos y Quetzaltenango que viene por distracción o por negocio y que encuentran en el mar ese calor tan fastidioso que irónicamente refresca los espacios cotidianos... Imagino que las olas se llevan la tristeza mar adentro y creo que la imagen de abajo me presta sus argumentos para decir cómo me siento cuando veo la costa: basto mundo de arena que, muchas veces, me sienta grande.

Y termino los días resguardado en los atardeceres, tirado boca arriba para contemplar las nubes esas que en casa puedo tocar (literalmente), que acá están tan lejos... tan altas.

Granizadas (de playa y frontera parte 1)

Nos encontramos en la playa de Ocós, cerca de las instalaciones del restaurante municipal, uno de esos atractivos perdidos a plena vista, Abel es quien prepara las Granizadas.

Migrante, igual que la mayoría de nosotros los que habitamos estas tierras, regresó a Guate después de viajar por todo el hemisferio norte y trabajar en Alaska y México, de donde cruzó para reencontrarse con una tierra de la cual no tenía memoria. Con la idea de comenzar en este nuevo lugar (como la mayoría por acá), se instaló para el feriado de la Semana Santa con su carreta de granizadas de limón, nance y tamarindo  y fue así, en las compras del citado producto que comenzó la conversación que se prolongó por dos días dado su conocimiento de los caminos que yo añoro y mis sapiencias de este país que él ve con tan buenos ojos. 
Parece ser que así, entre granizadas, es que nacen las amistades.