miércoles, 14 de abril de 2010

Bendita agua

En este país lleno de incertidumbres ocurre que siempre, o casi siempre, nos callamos ante las atrocidades que los grupos que ejercen el poder cometen en detrimento del resto de la población y de la soberanía territorial. De tal cuenta, en la penumbra de negocios turbios, existe la posibilidad de renovación del contrato de explotación petrolera en Laguna del Tigre, una de las áreas de mayor caudal dulce subterráneo en la zona mesoamericana. Anteponiendo intereses individuales, la opinión pública se manipula desde las citadas cúpulas, intentando que creamos que la zona está deterirorada en su totalidad y que no vale la pena conservarla, siendo esta una patraña de las más vulgares ya que, aún con los daños que la explotación indiscriminada de recursos ha causado a esta área protegida, el ecosistema sigue vivo y, a Dios gracias, puede recuperarse si lo dejamos descansar, porque la selva es noble. Este es quizá el caso más extremo dentro de una total anarquía nacional en pro del abuso de la naturaleza.


De experiencia personal he visto los ríos y lagos más imponentes del país deteriorados por actividades industriales y por crecimiento urbano, habiendo casos que llegan al límite de la ironía, como el de Santiago Atitlán, donde la población consume agua contaminada (y para colmo, sin potabilizar) que se extrae de un lago que está condenado a muerte por la misma actividad de la gente, que igual tiene los días contados mientras siga vertiendo sus desechos y fertilizando el café con  químicos en el pobrecito cuerpo lacustre sololateco.  Y así puedo seguir con ejemplos que van desde el lavado de ropa y el empleo de fertilizantes tóxicos en cuencas altas de San Lucas Tolimán, hasta el despilfarro de agua en las cañeras y bananeras de la costa, amparado en falsas políticas de seguridad social, sin que la cosa  presente alguna solución viable.

Existen no obstante, acá en Guatemala y en el resto del mundo, iniciativas que buscan resaltar la importancia de preservar los caudales y la calidad del agua, sin entrar en la ecoisteria, tratando de llevar a la población un mensaje preventivo. De tal cuenta, con paso discreto, surge un movimiento de listones verdes en rechazo a la destrucción sistemática del Parque Nacional Laguna del Tigre y del resto del entorno natural de este, aún verde, país, movimiento que apoyo y comparto con ustedes.

Así, en resumidas cuentas, este es un intento de darle voz al agua...

lunes, 5 de abril de 2010

Lugares Dramáticos



De gloria perpetua, la arquitectura de los teatros de las ciudades más grandes de Guatemala representa, a todas luces, la magnitud diacrónica del arte local durante el vigésimo siglo. La estructura del Teatro Municipal de Xela, edificada hace ya 100 años y centavos, constituye un referente obligado del corazón urbano de Occidente donde queda plasmada la idea de convertir a la metrópoli de Los Altos en la muestra más irónica del Renacimiento Desfasado, de idéas progresistas que permitieron el desarrollo de una élite social fuerte, que mantenía la vista puesta en Europa y la pata en la espalda de la fuerza laboral del campo.  Monumento ambiguo, de una calidad artística sublime y que, a la fecha, es patrimonio y orgullo de los quetzaltecos y, para quien esto escribe, uno de los espacios más nostálgicos del Altiplano.
Siete décadas después, la creatividad del maestro Efrain Recinos concibe una maraña de líneas que juegan con el paisaje y, desde la Colina del Soldado, a inmediaciones del Fuerte de San José, le dan vida a la magna casa del arte contemporáneo de la capital: El Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Aquí, nuevamente, los contrastes aparecen, esta vez para mezclarse como lo hace el contorno del gran teatro, llevando a escena una obra creada a partir de un antagonismo bélico, creativo y brutal, en este espacio que, a la fecha, igual que su hermano del occidente, permite la convivencia inidscriminada de aquellos bandos que la historia a puesto cara a cara.

jueves, 1 de abril de 2010

En los valles centrales

De los últimos días han surgido cosas interesantes, como ese giro del destino de hacer viajes cortos en la noche del sábado que llevan a perdernos en los callejones empedrados y llenos de bugambilias. Algunas veces el viaje comienza con chalas que rememoran los días de libro y café en el centro, aunque ahora han pasado a la morada de las Libélulas -acá debo hacerle los honores a las hermanas Loukota por haber creado un lugar tan confortable-, que al rato se torna en resguardo literario que permite cortar de tajo el rutinario modo de andar corriendo en la metrópoli.
Luego, las calles antigüeñas y ese bar donde una banda de reggae saca a relucir nuestros dotes de críticos (siempre inconformes), avanzando luego a pie, olvidando lo difícil que sería hacer eso mismo en guate, adonde volvemos con las baterías recargadas.
Las imágenes colgadas corresponden, la primera,  a la Libélula -libros y demás menjurjes- y, la segunda, cortesía de Edgar Quisquinay,  a un grabado que se encuentra en el frontispicio de las ruinas de una iglesia ubicada justo al lado del bar.   
Por acá en los valles centrales anda ahora esta desordenada memoria.

Dónde...

Me oculto tierra adentro. Nuevamente las carreteras llegan al agua donde crece el tul, ascendiendo por el tecal, el hule y el café, hasta llegar al pequeño resguardo, al sur de mi triste lago. Allá es a donde voy, a redescubrir el bosque de sombra y caminar junto a los ríos que se presipitan rumbo al mar. 
Y luego busco en el plano de la memoria las calles a donde pretendo dirigirme después, a la ciudad que visito durante la noche nostálgica, donde a veces debo llegar para definir nuevamente el universo, donde termina el camino transitado y comienza un paraje sin final.
...y ahora escribo desde el lugar donde todo, siempre, ve el comienzo.