viernes, 26 de junio de 2009

El Lucerito

Xela ha quedado atada al pasado, con ese renacentismo desfasado, un centro histórico de inicios de la República, añorando el Estado de los Altos y, de ribete, estos negocios ochenteros que deambulan por los desordenados callejones de mil esquinas y diez mil historias.

La fotografía corresponde a uno de tantos viajes realizados durante 2007, la lluvia fue la constante en territorio altense, donde en la más grata compañía conocí las calles de Zunil y las Georginas, además de reencontrarme con la 14, el teatro, el Parque Centroamérica y tantas otras locaciones en la ciudad más fría de Guatemala.

Realizando un poco de arqueología, la carreta de los "Deliciosos Plátanos con Crema" de El Lucerito,constituye un remanente material que permite observar la creatividad de una cultura local arraigada a los días antañones: una especie de museo interactivo siempre lleno de imágenes para guardar en el güípil diacrónico de la memoria... más diacrónico, imposible!!

viernes, 12 de junio de 2009

Algo de la Arqueología de Sacapulas (primera parte)




Quizá la experiencia prolongada más satisfactoria de mis últimos diez años (que de a poco van pesando) ha sido trabajar en Sacapulas, pueblo cálido, que tiene una mezcla única de pasado y presente. En esta región del Centro Oeste de Quiché se estableció una cantidad considerable de población durante la Época Prehispánica, probada mediante restos de plazas y edificios diseminados en las márgenes del Chixoy aunados a la densa cantidad de materiales cerámicos que permiten datar la ocupación para un período no menor a 1800 años considerando que, a la fecha, el lugar de los Tujales sigue formando uno de los ejes principales de la dinámica antrópica de aquellas tierras.

En cuanto a evidencia material, el sitio de mayor relevancia es Chu'Taxtyoox (imagen superior, captada durante los reconocimientos del año 2007). Este sitio fue edificado en la cima de una colina bastante escarpada y, por ende, de difícil acceso, debiendo caminar la mayoría de las veces abrumados por el calor del cual no se encuentra refugio entre el chaparral espinoso. En el emplazamiento se han identificado unos veinte edificios cuyas paredes se encuentran recubiertas con varias capas de estuco (en casos contados hemos recuperado fragmentos pintados del emplasto de cal). La arquitectura responde a estilos irradiados desde el Altiplano Central Mexicano, datados aproximadamente para el siglo XIII dC.

En Chu'Taxtyoox llevamos a cabo tres temporadas de campo formales, además de las visitas periódicas que, por lo menos hacen que lleguemos a la cumbre, hasta la cúspide del templo principal, como mínimo una vez por año. De cada visita hemos recabado una infinidad de experiencias, aprendiendo a llevar la vida al ritmo de la comunidad, acompañando la celebración de "costumbre", hablando algunas palabras en el idioma local, identificando los nombres de las especies vegetales que conforman el ecosistema y, entre otras cosas, encontrando el modo para entrelazar la investigación con la mística de una región que en cada persona guarda algo mágico, algo que siempre tiene que ver con aquellas ruinas, "iglesias viejas", como les llaman por allá.

Lo real se mezcla con la leyenda, lo contemporáneo con el pasado de siglos atrás y no pudiese ser de otra manera en el Puerto Cálido del Altiplano que a sus pies ve como nace el arcoiris cada que deja de llover.





domingo, 7 de junio de 2009

Chapa y pintura

Aunque la cosa se venía planeando hace ya algún tiempo, no creí que aventurarse a cerrar temporalmente el capítulo en la (como dice Bernabé) hermosa y peligrosa ciudad de Guatemala sería tan complicado. El camino, como es normal lleva la dirección del Altiplano y, desde aquellos lares, seguirá creciendo el tejido del güipil diacrónico de la memoria. No puedo evitar la nostalgia aún cuando no voy tan lejos y eventualmente habré de regresar a seguir lidiando con la burocracia centralizada en esta metrópoli, en ésta que es la selva de hormigón más grande de la América Central, de la misma forma, no puedo evitar extrañar desde ya el caos y el estrés que son parte de mi naturaleza urbana.

La imagen captada en la temporada lluviosa de 2008 en la Sexta Avenida Sur, a un costado del Palacio Nacional, ha sido la elegida para externar mi agrado por estas calles, sobre todo las del Centro Histórico, que ahora serán un punto más en el itinerario turístico, lugar de paso cuando el rumbo esté pactado en el Levante,

Ahora decido tomar por bandera una frase de Fito Páez que marca este necesario cambio de dirección diciendo, al dejar ésta urbe que es mi casa, "Chapa y pintura... y me voy."

sábado, 6 de junio de 2009

Imagen que vale más que mil palabras

Este curioso letrero estaba colocado tras la reja de la planta eléctrica de una de las fincas bananeras a las que fuimos el año pasado durante el Tiquitour y no hubo de otra más que sacarle retrato, dejando implícito que, si metíamos la mano entre la reja, el dibujito se hubiese ajustado en nosotros como anillo al dedo... y el dedo (con seguridad también la mano, el brazo y más) nos hubiese quedado bien chamuscado.

Un tanto subliminal


El tejido de una amistad pareciera elaborado con un hilo más resistente que el cáñamo y el andar es mucho más grato cuando la vida se comparte. Con William avanzamos por el rumbo de la Arqueología desde el 2002, cuando, por un relevo de última hora, él terminó integrado a la lista del Proyecto Arqueológico de Sacapulas, en la temporada de campo más sublime de las ya bastantes que cargamos en la memoria (hay un post anterior por ahí referente al mismo lugar y tiempo).
Entre tantos viajes, las dos imágenes de arriba refieren, la primera, a la penúltima temporada que William trabajó conmigo en Atitlán. Ese día andábamos de visita por Chutinamit, sitio Posclásico ubicado en las faldas del volcán San Pedro, un lugar donde las estructuras se ocultan tras el cafetal, resultando el día interesante gracias al descubrimiento de varios petrograbados que no estaban reportados aún. La segunda foto fue tomada por Sergio Cuyán en el puesto de doña Carmen y me trae buena estrella el recuerdo, tanto por el sabor de los chuchitos y el atol blanco de Sacapulas, como por la vivencia de aquel 2006, cuando quedó claro que William está casi tan falto de cordura como yo.


De las poquísimas veces que veo amanecer

En la costa no queda más que trabajar desde antes que la estrella de la mañana se levante. Andábamos con Ariel, Marvin y Lester en Tiquisate realizando encuestas a la gente que trabaja entre las plantaciones de banano para un estudio que, como muchos, terminó siendo moneda arrojada en saco roto. Una semana de levantarnos a plena madrugada para dirigirnos cada vez más al sur, acercándonos de poco en poco a la playa.
Es una vaina eso del trabajo en este país. Acá no hay güipiles, hay uniformes blancos cubiertos con gabacha, gorro y guantes de hule, un trabajo molido y mal pagado para los operarios de la maquila del oro verde, una realidad que dan ganas de no verla. En contraste, la naturaleza brinda un espectáculo que sólo la bendita Costa Grande puede albergar: el Astro Rey dando sus primeros destellos detrás del follaje de plátano y palma, la iluminación naranja en anuncio de otra jornada calurosa y nosotros, casi como Catherwood y John Loyd Stevens, haciendo ecoturismo, un poco por trabajo y tanto más por el llamado del camino que nos lleva siempre a cualquier lugar.