jueves, 27 de mayo de 2010

Madre Vieja




El viaje de hoy se convirtió en un paseo exigente. En principio, la caminata en el sendero que llaman “de San Andrés” resultaba un total sinsentido puesto que, en aquel guamil, únicamente se percibía el verdor de la maleza y un caminito de eso que llevan a ninguna parte. Hora y media después accedimos al beneficio de café y nuestro guía ofreció mostrarnos una cascada que, al paso de veinte minutos apareció ante nuestros ojos y fue ahí donde el recorrido tornó en algo emocionante y sublime.






Agua clara descendiendo con suavidad por una peña imponente, riachuelos que luego desaparecen, se los traga la tierra, para luego salir regurgitados metros abajo y así, llegar sin premura al Madre Vieja, cumpliendo por mi parte con uno de los pendientes dejados a finales del año anterior.





Al sentir la corriente y luego contemplar la fuerza del río golpeando las rocas llega a envolverme de nuevo en el respeto que le guardo a la naturaleza, en este viaje que tuve a bien compartirlo con Wilson Santizo, mi aliado en los caminos luqueños y con los amigos guías que llevaron nuestro andar seguro entre maleza, agua y rocas.

1 comentario:

Anmé dijo...

me gusta la ultima foto, se mira un lugar imponente, y bien escondido, buen articulo!