Parte Primera
Desde el pie de la Sierra partimos. Este recorrido lo habré hecho decenas de veces para encontrarme con la historia y, ahora que es recuerdo, lo inicio allí, en el valle del río San Juan, en el arranque de las montañas más imponentes de Guatemala: Los Cuchumatanes.
Este es Chalchitán, un sitio con mil ochocientos años de historia ininterrumpida, con evidencias arqueológicas que datan del Clásico Temprano. El territorio que ocupa es una planicie aluvial impresionante, aprovechado para el cultivo, de maíz en origen y de cebolla después, que floreció en conjunto con sus productores gracias a la instalación de un sistema de canales que datan, por lo menos, de 1,000 años atrás. Estas acequias prehispánicas transportan el líquido desde el caudal que nace entre las piedras que corresponde al río San Juan, el afluente más conocido y visitado de la cuenca alta del río Chixoy y permitieron contar con abasto para una sociedad productiva, llena de relaciones comerciales identificadas a partir de restos de cerámica, hallazgos de jade y construcciones que refieren un patrón de asentamiento similar al de Kaminaljuyú: Montículos alineados, construcciones de barro estucadas y todo su universo girando alrededor del agua.
En la fotografía de arriba, se perciben los cultivos de ajo y cebolla actuales desde la cima de uno de los montículos prehispánicos que forman parte del paisaje urbano actual del municipio y sitio arqueológico de Chalchitán.
Aún con el gusto y mis labores en el campo de lo prehispánico, este poblado pequeñito es el paraje que más fascinación me causa en todo el territorio de los Cuchumatanes, por su vida tranquila y su naturaleza artesana de celajes que enmarcan las montañas.
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