De experiencia personal he visto los ríos y lagos más imponentes del país deteriorados por actividades industriales y por crecimiento urbano, habiendo casos que llegan al límite de la ironía, como el de Santiago Atitlán, donde la población consume agua contaminada (y para colmo, sin potabilizar) que se extrae de un lago que está condenado a muerte por la misma actividad de la gente, que igual tiene los días contados mientras siga vertiendo sus desechos y fertilizando el café con químicos en el pobrecito cuerpo lacustre sololateco. Y así puedo seguir con ejemplos que van desde el lavado de ropa y el empleo de fertilizantes tóxicos en cuencas altas de San Lucas Tolimán, hasta el despilfarro de agua en las cañeras y bananeras de la costa, amparado en falsas políticas de seguridad social, sin que la cosa presente alguna solución viable.
Existen no obstante, acá en Guatemala y en el resto del mundo, iniciativas que buscan resaltar la importancia de preservar los caudales y la calidad del agua, sin entrar en la ecoisteria, tratando de llevar a la población un mensaje preventivo. De tal cuenta, con paso discreto, surge un movimiento de listones verdes en rechazo a la destrucción sistemática del Parque Nacional Laguna del Tigre y del resto del entorno natural de este, aún verde, país, movimiento que apoyo y comparto con ustedes.
Así, en resumidas cuentas, este es un intento de darle voz al agua...