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El bordado refleja la vida de
Atitlán, pueblo colorido que cuenta con uno de los
vestuarios regionales más llamativos del
altiplano. Flores y pájaros llenan los espacios del blanco y del morado que sirven de fondo en el
güipil de las
atitecas, exaltando la fertilidad de la tierra y el ciclo de la naturaleza que explota toda la paleta de tonos que acompañan el paisaje. La vida allá va sin prisas, con calma, una calma que se resguarda entre los volcanes, el lago, el canto de las aves, el café y la mística de una vida que a diario encuentra una nueva razón de ser.
2 comentarios:
Si los güipiles de Santiago son como el reflecjo del paisaje.
suspiro, si la vida alla va con calma =)y la gente tambien...
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